A medida que los niños y adolescentes empiezan a descubrir y definir su orientación sexual, pueden enfrentar una serie de desafíos emocionales, psicológicos y sociales que tienen un impacto en cómo viven su identidad. Entre los riesgos que pueden aparecer en la adultez se encuentra la práctica del Chemsex, un fenómeno que involucra el uso de sustancias psicoactivas para intensificar la experiencia sexual. Esta práctica no es exclusiva de la población LGTBIQ+ pero sí se ha observado con mayor frecuencia en determinados entornos dentro de esta comunidad.
Desde una edad temprana, los más pequeños comienzan a explorar su identidad sexual, aunque no todos tienen una orientación sexual definida de inmediato. En el caso de las personas homosexuales, el proceso de descubrimiento y aceptación de su orientación puede ser particularmente desafiante debido a la prevalencia de prejuicios y estigmas en muchas sociedades. Estos jóvenes pueden enfrentar rechazo social, bullying, o incluso la negativa familiar a aceptar su orientación sexual, lo que puede llevar a sentimientos de aislamiento y auto-rechazo.
En este contexto, algunas personas pueden verse impulsadas a buscar aceptación, placer o conexión en entornos donde encuentran validación rápida e intensa, como pueden ser ciertos espacios sexuales colectivos. En algunos casos, el uso de sustancias puede estar presente como forma de disminuir la inhibición o escapar del malestar emocional acumulado.
El estigma social asociado con la homosexualidad puede tener efectos duraderos en la salud mental de los jóvenes homosexuales. A menudo, estos jóvenes enfrentan la discriminación no solo en la escuela o en la sociedad en general, sino también en el hogar, si la orientación sexual no es aceptada. Este tipo de ambiente hostil puede dar lugar a trastornos como la depresión, la ansiedad, y, en algunos casos, el trastorno de estrés postraumático (TEPT).
El auto-rechazo o el miedo al rechazo social pueden llevar a algunos jóvenes a internalizar actitudes negativas sobre sí mismos, lo que aumenta el riesgo de que busquen maneras de “encajar” en espacios donde la validación sexual es recibida a través de comportamientos juiarriesgados. Esto puede ser una de las razones por las que algunos jóvenes homosexuales, particularmente aquellos con antecedentes de trauma emocional o psicológico, se ven atraídos por prácticas como el chemsex en la adultez.
El chemsex es una práctica que consiste en el uso de sustancias psicoactivas —como GHB, metanfetamina o mefedrona— en un contexto sexual, con la finalidad de intensificar sensaciones, prolongar la actividad sexual o reducir la ansiedad asociada a la intimidad.
Si bien no todas las personas que participan en chemsex presentan conductas problemáticas, existen riesgos relevantes: dependencia de sustancias, prácticas sexuales sin protección, alteraciones en la salud física y mental, y dificultades en la regulación emocional o afectiva.
El chemsex no está directamente vinculado a una orientación sexual concreta. Sin embargo, diversos estudios han identificado una mayor prevalencia de esta práctica en algunos entornos donde personas LGBTIQ+ —especialmente hombres que tienen sexo con hombres— encuentran espacios de socialización, exploración sexual y pertenencia. En algunos casos, el uso de sustancias puede surgir como una forma de intensificar la experiencia, reducir la inhibición o mitigar el impacto de experiencias previas de rechazo, discriminación o trauma emocional.
Es importante señalar que no es la orientación sexual lo que genera riesgo, sino las condiciones sociales, afectivas y culturales que rodean el desarrollo de la identidad. Las personas que han atravesado situaciones de estigmatización, aislamiento o violencia por razón de su orientación pueden verse más expuestas a buscar formas de validación o alivio emocional a través de contextos de alta carga emocional o sensorial, como los espacios donde se practica el chemsex.
Este tipo de prácticas pueden representar intentos legítimos de afrontamiento frente al dolor, aunque no siempre conducen a un bienestar duradero. De ahí la importancia de ofrecer alternativas terapéuticas, afectivas y comunitarias donde se pueda vivir la sexualidad de forma libre, segura y sin recurrir al uso de sustancias como vía de escape.
Los factores que aumentan la probabilidad de que un joven homosexual participe en el chemsex incluyen:
La prevención de la participación en el chemsex entre los homosexuales jóvenes comienza con la aceptación y el apoyo desde temprana edad. Los jóvenes deben sentir que su orientación sexual es validada y respetada en su entorno familiar, escolar y social. Además, es importante que toda persona en sus primeros años de edad reciba educación sexual integral que incluya tanto la información sobre conductas sexuales saludables como los riesgos asociados con el abuso de sustancias.
La terapia psicológica y los grupos de apoyo también son fundamentales para aquellos que luchan con el trauma emocional o la falta de aceptación. Estos espacios pueden ofrecer un entorno seguro para que los jóvenes exploren su sexualidad de manera positiva y saludable, sin recurrir al chemsex o a otras formas de autodestrucción como mecanismo de afrontamiento.
El desarrollo de la sexualidad en personas LGBTIQ+ está profundamente condicionado por su entorno. Cuando ese entorno es hostil, la vivencia de la identidad puede ir acompañada de heridas emocionales que se manifiestan, en algunos casos, en conductas de riesgo como el chemsex.
No se trata de culpabilizar a quienes participan en estas prácticas, sino de comprender los factores que las favorecen, atender las necesidades emocionales insatisfechas y crear alternativas de cuidado, validación y placer que no impliquen daño.
En Metta Alpha trabajamos por construir espacios seguros, libres de juicio, donde cada persona pueda encontrar su forma de estar en el mundo sin anestesia, sin miedo y con plena dignidad.
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