Esta última se distingue por una disminución progresiva de la respuesta a un medicamento después de su administración repetida en la misma dosis, lo que conduce a la necesidad de aumentar la dosis para lograr la misma respuesta inicial. Esta tolerancia se desarrolla en base a las propiedades farmacológicas de la sustancia y los efectos que produce a nivel bioquímico en el cuerpo. Hay diferentes tipos de tolerancias que pueden atribuirse al consumidor individual o a la sustancia en sí. Desde el punto de vista del individuo, la tolerancia puede clasificarse en innata o adquirida.
La tolerancia innata se refiere a una menor sensibilidad a la sustancia desde la primera vez que se consume. Este fenómeno puede ser un factor de riesgo para el desarrollo de una dependencia temprana. Por ejemplo, la tolerancia innata al alcohol puede ser un factor biológico que contribuya a la aparición del alcoholismo. Existen evidencias de que los descendientes de personas alcohólicas muestran una menor reacción al alcohol, necesitando consumir más para experimentar los efectos que otras personas sienten con niveles más bajos de alcohol en sangre.
Por otro lado, la tolerancia adquirida puede clasificarse en tres tipos: farmacocinética, farmacodinámica y aprendida.
Atendiendo a la perspectiva de la propia sustancia, se puede clasificar la tolerancia en aguda, invertida y cruzada.
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